martes, 15 de marzo de 2016

Deseo, peligro (Ang Lee, 2007)

Si bien en la entrada que dediqué a Deseando amar hice un alegato contra la tendencia del cine actual a ser excesivamente explícito, me encuentro ahora reseñando esta película, que, en lo que a imágenes se refiere, poco deja a la imaginación.
Todo comienza con un grupo de estudiantes de teatro, en la China ocupada por Japón a finales de los años 30. Son jóvenes, inocentes y patriotas, y sus obras, cómo no, ensalzan el espíritu nacional. Hasta ese punto, todo entra dentro de la "normalidad". Sin embargo, deciden ir más allá del escenario: planean asesinar al señor Yee, uno de los más poderosos colaboradores con los japoneses. Para ello, necesitan un cebo: la bonita Wong Chia Chi debe entrar en el círculo de amistades de su esposa y seducirlo. En este paso del teatro, el mundo de la infancia, a la vida real, no sólo fracasan, sino que terminan por asesinar a otra persona, en una escena de crudeza sin igual. Todos ellos han sacrificado su inocencia por nada, especialmente Kuang Yu Min (el líder), quien asestó el golpe mortal, y Wong Chia Chi, que se había visto forzada a mantener relaciones sexuales con el propósito de poder llevar a cabo su seducción. Las consecuencias son insoportables y el grupo se disuelve. 
Tres años más tarde, en Shangai, Kuang Yu Min se pone en contacto con ella, con la idea de volver a intentar cometer el asesinato,  respaldado esta vez por la Inteligencia de la resistencia china.
Tang Wei sobresale en su papel de protagonista, encarnando a la perfección la evolución de su Wong Chia Chi, su lucha interna por mantener el control y el impacto psicológico que llevar una doble vida tiene sobre ella. En el punto crítico de la operación, ¿a quién le debe lealtad? ¿A aquellos que la utilizan como un trozo de carne para acercarse al traidor, aquellos que le han causado tanto sufrimiento y por los que se siente abandonada? ¿O a él, él, que con cada encuentro se arrastra, abriéndose camino hacia su corazón como una serpiente? Qué palabras tan desesperadas, tan memorables. Y es que, como bien sabemos, los acontecimientos se precipitan sobre nosotros sin que apenas nos demos cuenta.
Él, Tony Leung, en un papel muy diferente al que acostumbra a interpretar, está a la altura del señor Yee, un hombre frío y despiadado, que se desenvuelve con siniestra elegancia. A veces llega incluso a resultar fascinante. ¡Peligro!
Una puesta en escena de belleza intachable y la hermosa banda sonora de mano de Alexandre Desplat completan el marco en el que se desenvuelve este, por momentos hipnótico, cuento cruel.

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